A medio camino entre sátira poscolonial y experimento lúdico-pandémico, 'Buen Salvaje' dirigida por Santiago Mohar Volkow— propone una relectura filosa, incómoda y sumamente entretenida del mito del “Otro”, esa construcción simbólica donde tanto el mexicano como el estadounidense proyectan sus frustraciones, deseos y prejuicios. Pero esta no es una crítica de panfleto ni un panegírico moral. Esta es, ante todo, una comedia negra. Una película sobre el arte, la representación y el caos de ser —y ser visto.
La trama sigue a Jesse y Maggie (Andrew Leland y Naian González Norvind), una pareja de artistas neoyorquinos que, aburridos de su rutina creativa y de su matrimonio marchito, deciden mudarse a un pueblo remoto del norte de México. Allá conocen a Melitón (Manuel García Rulfo), un lugareño aparentemente servicial que pronto se convierte en la musa de ambos: Maggie reencuentra la inspiración literaria para su novela, y Jesse se obsesiona con filmar la “auténtica” historia del lugar. Pero, como en toda buena farsa, nada es lo que parece. Y la aparición de Don Chelo (Darío Yazbek) termina por detonar una espiral de ficciones superpuestas, engaños compartidos y una sátira de doble filo sobre las dinámicas de poder entre anfitriones e invitados.
> “La película nace un poquito del no tener nada que perder porque no había nada que ganar tampoco”, cuenta Norvind. “Fue durante la pandemia y creo que ese espíritu de libertad nos empujó a hacer algo que realmente nos emocionara. Estábamos encerrados, aburridos, necesitábamos crear, aunque fuera por necesidad emocional más que por ambición profesional”.
Improvisación, amistad y una casa compartida
El rodaje de 'Buen Salvaje' se desarrolló en la comunidad de La Cañada, en Guadalajara Jalisco, en plena pandemia, bajo condiciones completamente atípicas: todos los actores y el equipo vivían juntos, compartían comidas, ensayos y hasta noches improvisadas de rodaje post-tequila. Esa libertad creativa total se refleja en la estructura misma de la película, que si bien partió de un guion sólido, permitió a los actores explorar, inventar y reinventar a sus personajes escena a escena.
> “Estábamos quedándonos todos en una misma casa, filmando dentro de un mismo rancho, con horas ilimitadas. Nadie estaba con la presión de cumplir con una agenda de estudio o de producción”, explica Darío Yazbek. “De repente filmábamos tres escenas en la mañana, comíamos todos juntos, y en la noche —con un par de mezcales encima— filmábamos otras más. Se volvió un proceso muy orgánico y muy gozoso”.
> “Había una soltura tremenda”, añade Andrew Leland. “No se trataba de cumplir con un cronograma, sino de dejarnos llevar. De jugar. Y eso, como actor, es un regalo. Porque te da permiso de fracasar también”.
La comedia que se actuó como tragedia
Si bien el tono de la película es abiertamente satírico, casi farsesco por momentos, los actores abordaron sus personajes desde la más estricta seriedad. Melitón, Jesse, Maggie y Don Chelo no son caricaturas: son, dentro del juego metatextual que propone el guion, personajes profundamente convencidos de su verdad.
“Sí, es una comedia —dice García Rulfo— pero nosotros nunca la actuamos así. Nos tomamos muy en serio nuestras motivaciones. Mi personaje tiene una lógica interna, una historia, un dolor. No podíamos jugar a ser graciosos, sino a ser sinceros. Creo que eso es lo que hace que el humor funcione: que está arraigado en una tragedia silenciosa que todos cargan”.
> “Para nosotros no estábamos haciendo una comedia”, remata Yazbek. “Era casi una tragedia. Nos tomamos muy en serio ser el cura, ser la damisela, ser el Proud Boy. Si no lo hacías con total entrega, el experimento no funcionaba”.
La inspiración como un ejercicio de liberación
Más allá del discurso narrativo y estético, 'Buen Salvaje' también plantea una reflexión sobre el oficio artístico y la búsqueda de inspiración creativa. ¿Qué hacen los actores cuando se enfrentan al agotamiento, a la desconexión? ¿De dónde se nutren cuando la rutina y la sobreexposición los vacían?
> “Para mí, lo que más me inspira es nutrirme de arte, de estímulos, de música, de cine, de museos”, comparte Norvind. “El instrumento del actor es el cuerpo, la emoción, y si no lo alimentas, se seca. Pero también es importante enamorarse del proceso otra vez. No solo del resultado. Y eso lo logramos en esta película: regresar al disfrute puro de actuar”.
> García Rulfo lo pone en otras palabras: “Fue muy bonito desconectarse de todo lo que normalmente rodea una filmación. Estábamos allá, en La Cañada, sin distracciones. Comíamos juntos, dormíamos juntos, nos ayudábamos en escenas que ni eran nuestras. Esa energía de familia es la que termina filtrándose en la película”.
> Leland lo resume así: “A veces uno se olvida por qué hace esto. Entre contratos, presiones, festivales… se pierde el gozo. *Buen Salvaje* fue como un acto de resistencia: hacer cine por el puro gusto de hacerlo”.
Veredicto: comedia negra con alma comunitaria
'Buen Salvaje' no solo es una sátira aguda sobre la representación cruzada entre culturas. También es una experiencia sensorial y humana, una celebración del cine como acto colectivo, artesanal y profundamente emocional. Y quizás por eso conmueve. Porque al final de todo —como bien lo sugieren sus creadores— lo que sostiene al arte no es la técnica ni el presupuesto, sino la capacidad de descubrir, de jugar, de mirar al Otro con honestidad… y de reírse, sobre todo, de uno mismo.
Buen Salvaje: "Éramos amigos, pero más que eso, familia”: filmar entre complicidad y libertad