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Buen Salvaje: La cinta que presenta entre el mito del Otro y el espejo roto de uno mismo



En una escena temprana de 'Buen Salvaje', dirigida con afilada ironía por Santiago Mohar Volkow, Jesse —el cineasta gringo en busca de autenticidad— observa con fascinación un rebaño de cabras cruzando una carretera polvosa. “Esto es cine”, murmura. Lo que Jesse no sospecha, y lo que el espectador pronto intuye, es que esa mirada, cargada de exotismo y romanticismo trasnochado, está a punto de volverse contra él. Y de paso, contra todos nosotros.

Una sátira con dientes, garras y un espejo sucio


Protagonizada por un extraordinariamente desubicado Manuel García Rulfo (en un papel que le permite jugar con su carisma ambiguo), 'Buen Salvaje' se presenta como una comedia negra pero avanza —con guadaña en mano— hacia territorios más peligrosos: la sátira incómoda, el absurdo posmoderno, el teatro de la crueldad. Lo que inicia como el clásico relato del gringo en busca de iluminación espiritual —véanse 'The Mosquito Coast', 'Into the Wild o cualquier blog de expatriado post-pandemia—, termina convirtiéndose en un grotesco juego de espejos sobre la representación, la apropiación cultural y la fantasía mutua de superioridad.


Maggie y Jesse: colonizadores con pretensiones artísticas


Jesse (Andrew Leland, como un Noah Baumbach con resaca permanente) y Maggie (una brillantísima Naian González Norvind, de timing quirúrgico) son un cliché ambulante: pareja artística, liberal, rota por dentro, que decide escapar del “neoliberalismo tóxico” de Nueva York para refugiarse en un “México profundo” que solo conocen por medio de libros de Octavio Paz mal leídos y alguna cuenta de Instagram. En ese pueblo remoto, creen encontrar la musa extraviada, el silencio productivo, la “verdad”. En realidad, encuentran a Melitón (García Rulfo), un pícaro local que, en vez de ser el “buen salvaje” que ellos esperaban, les vende —literalmente— la historia que ellos quieren comprar.


Porque esa es la ironía central de Buen Salvaje: el mito no es unilateral. Los locales también tienen sus ficciones sobre los extranjeros. Jesse y Maggie no son los únicos manipuladores: son también manipulados. Y cuando aparece Don Chelo (Darío Yazbek, perturbador y enigmático), el delirio se intensifica.


Metaficción, mumblecore y Rulfo para millennials


Rodada en pleno pico pandémico con un crew totalmente mexicano, 'Buen Salvaje' no solo satiriza el fenómeno de la gentrificación artística en el México rural, sino que se convierte en un artefacto metatextual que desarma los mecanismos de la representación. Jesse y Maggie filman una película —y escriben una novela— sobre Melitón y el pueblo, pero todo se contamina: la realidad irrumpe en la ficción, y la ficción infecta la vida cotidiana.


Mohar Volkow dirige con una claridad conceptual admirable. En vez de subrayar los temas, los disuelve dentro del tono: una mezcla inestable entre la comedia awkward del mumblecore, la farsa buñuelesca y el realismo mágico en reversa. 'Buen Salvaje' cita (y subvierte) a Juan Rulfo, a las series tipo 'Narcos', a las películas B de explotación, y al mismo tiempo se burla de los cineastas que citan a Rulfo, a 'Narcos' y al cine B de explotación.


Un nuevo cine mexicano, sin permiso y sin pedir perdón


Lo más estimulante de 'Buen Salvaje' no es su sátira mordaz, ni su humor incómodo, ni siquiera su juego formal —que a ratos recuerda al mejor cine underground de los 70—, sino su actitud. Esta es una película que no busca entrar en el circuito de festivales con un discurso bienintencionado ni complacer al espectador con moralejas. Es un cine que muerde la mano que lo alimenta. Que desmonta sus propias estructuras. Que se ríe de sí mismo y de todos nosotros.


Y en ese gesto, Mohar Volkow se revela como una voz singular del nuevo cine mexicano: una que no busca representar “la realidad nacional”, sino desmantelar los clichés de cómo se ha representado esa realidad durante décadas. 'Buen Salvaje' es incómoda, insolente, profundamente política sin ser panfletaria.



Veredicto: para ver con culpa, risa y una ceja levantada


En estos tiempos de co-producciones lavadas, 'Buen Salvaje' es una anomalía deliciosa. Una película que no teme incomodar ni exponerse. Una obra que dialoga —a gritos y susurros— con la tradición mexicana, pero que no le rinde pleitesía. Y que, sobre todo, nos recuerda que el cine también puede ser un espejo sucio, torcido y brutal, pero necesario.


Y sí, eso también es cine.

'Buen Salvaje' se encuentra ya disponible en salas de Cinepolis, Cineteca Nacional y Cine Tonala. 

Buen Salvaje: La cinta que presenta entre el mito del Otro y el espejo roto de uno mismo
Daniel Mumont 18 de julio de 2025
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