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Entre sones, abajeños y oberturas: tradición y juventud purépecha retratadas por Ingrid García Franco en el FICM 23

La Selección Michoacana del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) en su edición 23 presenta uno de sus títulos más entrañables: Entre sones, abajeños y oberturas, largometraje documental dirigido por Ingrid García Franco, que sigue de cerca a la Banda Sinfónica Juvenil Músicos de Tiríndaro. A través de ellos, la directora abre una ventana a un universo sonoro donde la música no solo es arte, sino identidad, comunidad y herencia viva.


El asombro ante una tradición viva

“Acercarnos a este grupo de músicos me llenó de emoción y de pasión, porque son expresiones que sentimos lejanas, como si se hubieran perdido en el tiempo, pero que siguen vivas y vibrantes”, comenta Ingrid. Esa sensación de descubrimiento, confiesa, fue el motor para llevar a la pantalla una realidad que incluso para ella era desconocida:

“Yo me licencié en literatura intercultural, nada que ver con el cine. Pero la vida me llevó a convivir con amigos que pertenecían a bandas sinfónicas purépechas. Ellos me invitaron a acompañarlos a sus presentaciones en pueblos y comunidades, y cuando estuve ahí pensé: esto es mágico, esto lo tiene que conocer el mundo”.

Así nació el documental, como un gesto de curiosidad y gratitud hacia una manifestación cultural que, aunque común en Michoacán y otros estados como Puebla, Oaxaca o el Estado de México, sigue invisibilizada en la mirada urbana.

Una inmersión desde la cercanía

El proceso de filmación, recuerda la directora, se dio con naturalidad gracias a la confianza que construyó con los músicos:

“Mis primeros acercamientos no fueron como documentalista, sino como acompañante. Cuando les conté mi idea, los maestros y directivos de la banda me dijeron: ‘Te apoyamos en todo, vente con nosotros a las tocadas, duérmete con las chicas, te hacemos un espacio’. Así pasé casi 28 días de filmación, distribuidos en dos años, viajando con ellos, compartiendo sus rutinas y alegrías”.

Esa convivencia transformó la cámara en un instrumento de cercanía más que de distancia, y poco a poco Ingrid dejó de ser una observadora externa para convertirse en parte de la familia musical.

Para García Franco, el valor más profundo de Entre sones, abajeños y oberturas radica en ofrecer a los propios músicos la oportunidad de verse reflejados en la pantalla grande:

“No hay casi documentales sobre bandas sinfónicas purépechas, la mayoría se han hecho en Oaxaca. Yo sentía que había un hueco, y que era importante que estos jóvenes se vieran en el cine. Cuando proyecté el documental el día de mi titulación y ellos pudieron verse, estaban felices. Ese momento fue suficiente para saber que había valido la pena”.

El largometraje, filmado a lo largo de doce años, se convierte así en un archivo afectivo: un registro de las pasiones, sueños y vínculos de los integrantes de la banda, quienes no solo interpretan música, sino que transmiten un legado que desean heredar a las futuras generaciones.

El documental captura algo más que ensayos y presentaciones. Devela la pasión que impulsa a los músicos a sostener la tradición pese a los desánimos o dificultades. Como señala Ingrid, “no se trata solo de contar la historia de unos músicos, sino de una comunidad que, a través de su música, mantiene vivo un modo de estar juntos”.

Entre sones, abajeños y oberturas forma parte de la competencia dentro de la Sección Michoacana del FICM23 y podrá verse del 10 al 19 de octubre en Morelia. Una oportunidad única para escuchar —y sentir— cómo la música comunitaria sigue marcando el pulso de nuestras identidades.

Entre sones, abajeños y oberturas: tradición y juventud purépecha retratadas por Ingrid García Franco en el FICM 23
Daniel Mumont 24 de septiembre de 2025
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