Por Daniel Mumont
'Hot Milk', dirigida por Rebecca Lenkiewicz y protagonizada por Emma Mackey y Fiona Shaw, es una exploración sensorial del vínculo madre-hija, el deseo contenido y la experiencia del dolor físico y emocional. Ambientada en un pueblo costero del sur de España durante los años 2000, la película se desliza entre la tensión cotidiana y los impulsos de libertad, en un relato que transcurre bajo la presión del sol y del pasado. La cinta ha tenido presencia destacada en festivales internacionales y su estreno comercial incluye salas de cine y plataformas bajo suscripción.
En 'Hot Milk' no hay verdades reveladas de forma abrupta, ni giros drásticos que obliguen al espectador a reconsiderar lo visto; hay en cambio una temperatura constante de incomodidad, un relato sostenido por lo que no se dice, lo que no se toca, lo que apenas se mira. Rebecca Lenkiewicz —en su debut como directora luego de una prolífica carrera como guionista— entrega una obra donde el sol de Almería no solo ilumina: calcina, satura, fatiga.
La película sigue a Rose (Fiona Shaw), una mujer británica que llega a España con su hija Sofia (Emma Mackey), en busca de un tratamiento alternativo para una enfermedad que la ha confinado a una silla de ruedas. Lo que aparenta ser un viaje terapéutico pronto se transforma en un encierro emocional. La presencia del doctor Gómez (Vincent Pérez), curandero de métodos ambiguos, añade una dimensión más a esa tensión entre ciencia, fe, control y necesidad. Pero es la llegada de Ingrid (Vicky Krieps), una joven viajera, la que rompe el equilibrio: entre ella y Sofia nace una atracción silenciosa que Lenkiewicz narra sin solemnidad, confiando más en el lenguaje corporal que en los diálogos.
La directora contó en entrevista con Cinespoilers México que su transición de guionista a cineasta fue “una experiencia de colaboración intensa”. Acostumbrada a escribir en soledad, valoró “la energía de un equipo comprometido, de actores que absorben el guion y lo reconfiguran en sus cuerpos”. También confesó que el rodaje no fue fácil: “estaba nerviosa, claro, pero los nervios se me fueron a los pies y seguí adelante”.
En ese proceso, fue clave la conexión entre Mackey y Krieps. “Estas dos actrices básicamente se enamoraron una de la otra como personajes. Su primera escena fue en la playa y hubo una confianza inmediata. Yo no les indiqué cómo moverse, ni cómo tocarse. Hablaron entre ellas, entendieron sus cuerpos y lo resolvieron con una libertad extraordinaria”. Esa intimidad no ensayada, sino dialogada, se convierte en una de las capas más visibles de la película: no hay imposición de coreografías ni escenas marcadas por el efectismo. Todo es flotación.
La cinematografía de Christopher Blauel subraya esta idea de lo fluido: planos largos, colores lavados por la luz natural, reflejos en el agua, sombras que se alargan sobre paredes encaladas. El mar no es un espacio de escape, sino un espejo silencioso. Y es en ese espacio donde se cruzan las emociones no resueltas de los personajes. “Quería que todo se sintiera auténtico y sin glamur —dijo Lenkiewicz—, que la sensualidad fuera orgánica, que surgiera de la mirada y no del artificio”.
El otro eje que sostiene la película es el dolor. Rose no solo arrastra un cuerpo cansado, sino un trauma más profundo que la mantiene dependiente y, al mismo tiempo, autoritaria. La actriz Fiona Shaw trabajó durante semanas con una entrenadora de movimiento para encarnar el dolor físico con veracidad. “Estuvo todo el rodaje en silla de ruedas”, explicó la directora. “Y Emma la empujaba no solo como parte del personaje, sino como rutina real. Eso generó una sensibilidad mutua que se traduce en pantalla”.
Pero 'Hot Milk' no es únicamente un drama íntimo. Lenkiewicz quiso insertar su relato en un contexto social más amplio. En la entrevista, se mostró preocupada por la regresión de libertades: “Creo que vivimos un momento en que la libertad y la elección son esenciales. No solo hablamos de sexualidad, sino del derecho de las mujeres sobre sus cuerpos. Por eso es importante que festivales como este muestren historias peligrosas, brillantes, oscuras”.
La elección del cine como medio fue, para la directora, una apuesta por la experiencia compartida. “El cine es inmediato, porque te pone en los zapatos de otro. Es un acto comunitario, una celebración de lo humano. Ver una película en una sala, sin pausas ni distracciones, es un acto casi sagrado”.
Actualmente, 'Hot Milk' puede verse en salas de cine seleccionadas y estará disponible próximamente en Mubi
'Hot Milk': deseo, cuerpo y memoria en el abrasador verano andaluz