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La cocina de Alonso Ruizpalacios: un microcosmos social en la antesala del Ariel 67


En un año donde el cine mexicano ha ofrecido apuestas diversas en estética y temática, Alonso Ruizpalacios regresa con La cocina, cinta nominada al Ariel 67, que se adentra en los ritmos frenéticos de un restaurante neoyorquino para poner en escena un retrato coral de tensiones sociales, afectivas y culturales. El director, fiel a su estilo, propone un juego entre el realismo y la estilización, donde la cámara se mueve con nervio y libertad, evocando un caos controlado que es al mismo tiempo atmósfera y metáfora.


La película se desarrolla en un solo espacio: la cocina de un restaurante que opera como un universo autónomo. Allí conviven trabajadores migrantes, jóvenes estadounidenses en busca de oportunidades y personajes atrapados en dinámicas de poder que trascienden lo laboral. Entre gritos, órdenes, bromas y desencuentros, emerge un retrato polifónico de la precariedad, la aspiración y la necesidad de pertenencia.



La mirada de Ruizpalacios


Desde 'Güeros' y 'Museo', Ruizpalacios ha mostrado una predilección por desestabilizar las formas convencionales de narrar. En 'La cocina' lo reafirma, no solo en el tratamiento visual —donde el plano secuencia se convierte en herramienta narrativa—, sino en la manera de entrelazar conflictos individuales con tensiones colectivas. La cocina es un microcosmos que refleja, de manera concentrada, la sociedad contemporánea: desigual, contradictoria y al borde del colapso.


El guion evita discursos panfletarios; prefiere mostrar antes que subrayar. Los personajes no son símbolos rígidos, sino sujetos complejos, atravesados por contradicciones y deseos. La violencia latente, el humor que surge en medio del caos y la fragilidad de los vínculos configuran un relato que, sin alardes, expone la condición humana en un contexto laboral que podría parecer banal, pero que revela con crudeza la tensión entre sobrevivir y vivir.



Raúl Briones: energía y madurez interpretativa

Uno de los pilares de la película es la loable y frenética actuación de Raúl Briones, quien dota a su personaje de una intensidad que rara vez se sostiene con tanta naturalidad. Su energía en pantalla no se limita al gesto o al movimiento físico: transmite, con igual fuerza, la ansiedad, el desgaste y la vulnerabilidad de un trabajador atrapado en un engranaje social implacable. Briones ya había mostrado solidez en títulos como Güeros (también dirigido por Ruizpalacios), La Tirisia de Jorge Pérez Solano y Asfixia de Kenya Márquez, donde exploró personajes marcados por la marginalidad y la contradicción. En La cocina, sin embargo, lleva esa experiencia a un registro distinto: una actuación visceral, frenética, que lo consolida como una de las presencias más potentes del cine mexicano contemporáneo.


Un cine que incomoda y dialoga


Lo notable de 'La cocina' es que rehúye la tentación de dar respuestas o moralejas cerradas. Se trata de un cine que incomoda, que expone los engranajes de un sistema en el que los cuerpos son reemplazables y la dignidad se negocia día a día. La cocina, como espacio simbólico, se convierte en metáfora de un orden mayor, donde las jerarquías y las fricciones entre culturas marcan la pauta.


Un cierre necesario


Con 13 nominaciones al Ariel 67, 'La cocina' confirma la capacidad de Ruizpalacios para construir cine que incomoda y provoca conversación. Más allá de los premios, la cinta destaca porque obliga al espectador a mirar de frente un entorno donde la violencia estructural se camufla tras lo cotidiano. En ese sentido, no es solo una película sobre un restaurante: es un espejo, uno que refleja la complejidad de un mundo que parece en ebullición constante, como la olla que nunca deja de hervir.


La cocina de Alonso Ruizpalacios: un microcosmos social en la antesala del Ariel 67
Daniel Mumont 13 de septiembre de 2025
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