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La eterna adolescente: La cinta entre el archivo, la melancolía y recuerdos


Por Daniel Mumont 


Dentro del marco del Guanajuato International Film Festival en su edición número 28, se presentó como parte de la selección oficial la cinta 'La eterna adolescente' misma que resultó la gran ganadora del GIFF. 

En su primer largometraje de ficción, el director tapatío Eduardo Esquivel no filma tanto una Navidad como la idea de una Navidad: fría, extraña, atravesada por silencios incómodos y heridas viejas que se guardan como fotografías amarillentas. 'La eterna adolescente' es un ejercicio de arqueología emocional donde los reencuentros familiares se parecen más a excavaciones arqueológicas que a festividades. Aquí, la envoltura navideña no disimula que el regalo es una caja llena de recuerdos que huelen a rencor.


La premisa parece simple: Gema, madre de tres hijos que apenas se toleran, es ingresada al hospital tras una crisis de melancolía tan alarmante como inasible. La noticia los obliga a reunirse en Guadalajara, en vísperas de una Navidad que se siente más helada que festiva. Entre álbumes y cintas polvorientas, no descubren tanto recuerdos como minas activas: cada fotografía y cada video es un artefacto dispuesto a estallar.



Detrás de la historia hay una raíz profundamente personal: La eterna adolescente se inspira en la madre del propio Eduardo Esquivel. No como un retrato biográfico directo, sino como la destilación cinematográfica de sus gestos, su memoria y su melancolía. Esquivel toma ese vínculo íntimo y lo transforma en un relato coral donde la figura materna funciona como centro de gravedad emocional; un sol alrededor del cual orbitan hijos distanciados, recuerdos encapsulados y silencios que sólo la familia sabe interpretar.


Y justo cuando la memoria empieza a doler, suena “Las pequeñas cosas” de Amanda Miguel. No es un adorno nostálgico, es un bisturí emocional: corta hondo, abre viejas heridas y recuerda que a veces los recuerdos más pequeños son los que más pesan. La elección no es inocente; la canción funciona como detonador de esa melancolía que la trama respira, y es también un guiño generacional que conecta a los personajes con una época en la que las heridas estaban apenas formándose.



Respaldado por un equipo que entiende el poder del matiz —Bruno Santamaría en la fotografía, Marianne Cebrián en el diseño de producción , Esquivel filma sin subrayar de más. Aquí no hay la falsa catarsis de las películas navideñas de catálogo, sino el tempo pausado de las miradas incómodas y los silencios que pesan más que las palabras. El guion, coescrito con Omar Robles y Sofía Gómez Córdova, se concentra en personajes femeninos que respiran fuera del molde, con contradicciones, deseos y cicatrices que no pretenden esconder.


En La eterna adolescente, Teresita Sánchez aporta una contención que resulta casi un contrapunto a la intensidad emocional de la historia. Su personaje parece cargar con un inventario personal de recuerdos y reservas, administrados con la precisión de quien sabe que en la familia cada palabra dicha puede abrir una grieta. Sánchez transita entre la vulnerabilidad y la firmeza, dejando que las pausas y las miradas sostengan el peso de las conversaciones incómodas. Su presencia se siente incluso cuando no habla, como si el silencio fuera otra forma de intervenir en la escena.

Emma Dib en cambio, despliega una energía que se filtra en cada encuadre. Con la naturalidad de alguien que entiende que la fuerza no siempre se mide en decibeles, construye un personaje capaz de sostener la tensión de la trama sin desbordarla. Hay en ella una mezcla de autoridad y ternura que parece haber sido cincelada a base de experiencias familiares no dichas. En la coreografía íntima de gestos, objetos y palabras que propone La eterna adolescente, Dib se convierte en una especie de ancla emocional: firme, discreta, pero imposible de ignorar.

Uno de los hallazgos formales más significativos de 'La eterna adolescente' es la confección de un archivo en formato VHS realizado especialmente para la película. No se trata de simples insertos nostálgicos: el grano, el color lavado y las imperfecciones propias del soporte analógico están cuidadosamente diseñados para dar la sensación de un recuerdo tangible, manipulado y guardado por años. Estas imágenes no son mero decorado; funcionan como eje narrativo que marca el vaivén entre pasado y presente, detonando las emociones de los personajes y guiando al espectador por esa línea frágil donde la memoria se confunde con la ficción. En manos de Esquivel, el VHS no es un recurso retro, sino una máquina del tiempo emocional.



Filmada mayoritariamente en Guadalajara, la ciudad no es postal turística, sino un personaje que observa, cómplice. Las calles húmedas, la luz fría de invierno y las casas con historia parecen decirles a los protagonistas: “pueden intentar huir, pero siempre volverán”. Y sí, volver es tan dulce como amargo.



Tras pasar por San Sebastián y el Marché du Film de Cannes, 'La eterna adolescente' llega a salas mexicanas de la mano de Pimienta Films. Aunque suena a típica credencial festivalera, la película no vive de la alfombra roja: su potencia está en lo íntimo, en lo incómodo, en ese momento en que, en medio de la cena, tu hermano deja caer un comentario que reabre una herida de hace 20 años.



'La eterna adolescente' no busca reconciliar ni cerrar heridas. Prefiere registrar cómo a veces volver a casa implica abrir cajas que son necesarias de abrir,  y sí, la canción de Amanda Miguel queda sonando en la cabeza como un eco , recordándonos que son 'las pequeñas cosas' —una mirada, un silencio, una canción— las que terminan por derrumbarnos. El que espere una película “bonita” de Navidad, mejor que cambie de sala; aquí la nieve es emocional y quema más que enfría.


La eterna adolescente: La cinta entre el archivo, la melancolía y recuerdos
Daniel Mumont 9 de agosto de 2025
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