Por Daniel Mumont
El punto de partida es una ausencia: una sola fotografía de infancia y, para colmo, la niña que aparece en ella no es la directora. Desde ahí, 'La madre de todas las mentiras' (dirigida, escrita y producida por Asmae El Moudir) se instala en el territorio incómodo de las preguntas que no piden permiso. ¿De quién es esta memoria? ¿Quién decide qué se recuerda y qué se olvida?
El método es tan preciso como artesanal: reconstruir a mano, pieza por pieza, el barrio de Casablanca donde creció. Un teatro en miniatura para una memoria en miniatura. Entre casas de cartón y calles a escala, la directora convoca a su madre, padre y abuela para que cuenten, repitan, corrijan… o inventen. Cada respuesta parece definitiva, hasta que otra la desmiente. La verdad aquí es como una maqueta mal pegada: se sostiene, pero basta un dedo para desmontarla.
La voz de El Moudir —a veces adulta, a veces infantil— atraviesa la película como un hilo que se enreda a propósito. Se contradice sin pedir disculpas, porque así funciona la memoria: no es un archivo ordenado, sino un cajón revuelto donde ficción y realidad duermen juntas. En pantalla, la directora se fragmenta: aparece en espejos, en reflejos, en versiones en miniatura que caminan por su propio recuerdo. No se expone del todo, pero tampoco se oculta: prefiere dejar que el espectador la descubra en pedazos.
El montaje alterna la construcción física del barrio con la de su identidad, como si fueran la misma cosa. Y tal vez lo son. Las maquetas no son sólo un recurso visual; son el mecanismo narrativo que permite pasar del pasado al presente sin anunciar el salto. Una calle diminuta puede llevar a una conversación familiar, y esa conversación, a una herida histórica.
Aquí no hay una búsqueda lineal. La película avanza a saltos, de voz en voz, de escala en escala. La memoria familiar se convierte en comentario social; el secreto doméstico, en metáfora nacional. Cada mentira revelada es una capa que se desprende, y debajo, otra mentira.
La fotografía de Hatem Nechi encierra a los personajes en encuadres ajustados, como si el propio cuadro fuera una pared que no se puede derribar. La edición, a cargo de la directora con el consejo de Nahida Ben Rachid, marca un pulso en el que lo íntimo y lo histórico se miran de reojo.
'La madre de todas las mentiras', con una duración de 97 minutos y hablada en árabe, es una coproducción entre Marruecos, Arabia Saudita, Qatar y Egipto. Su recorrido en México incluye la Cineteca Nacional, la Cineteca Mexiquense, la Cineteca de Guadalajara, el Cine Tonalá y La Casa del Cine MX, con estreno programado para el viernes 8 de agosto. No es una postal para turistas: es un mapa de cicatrices dibujado a escala 1:1… aunque a veces parezca un juego de muñecas.
La madre de todas las mentiras: miniaturas, espejos y recuerdos prestados