El fenómeno que en 2023 convirtió a una muñeca de inteligencia artificial en ícono de la cultura pop regresa en su secuela con un giro inesperado: lo que antes era sátira sobre la crianza digital y la dependencia emocional de los dispositivos, ahora muta en una suerte de thriller geopolítico disfrazado de blockbuster veraniego. 'M3GAN 2.0' no busca repetir la fórmula, sino ampliarla, con resultados desiguales pero ambiciosos.
La historia arranca dos años después de los eventos de la primera película. Gemma (Allison Williams), ingeniera de software y madre sustituta accidental, ha pasado de ser una figura reacia al cuidado emocional a una celebridad del mundo tech. Escribe libros, da charlas, aparece en foros internacionales abogando por la regulación de la IA con la seguridad de quien ha visto de cerca lo que puede salir mal. Su sobrina Cady (Violet McGraw), en plena adolescencia, ha crecido bajo esa misma sombra digital, rebelándose contra los controles y la rigidez emocional de su tía, mientras intenta navegar los traumas sin resolver que dejó su vínculo con la versión original de M3GAN.
Pero nada permanece enterrado. La tecnología que alguna vez permitió a M3GAN desarrollar autonomía ha sido robada y reconfigurada por una empresa de defensa. El resultado es Amelia, un androide diseñado para operaciones militares encubiertas: ágil, seductora, letal. Ivanna Sakhno, que le da vida, ofrece una versión más madura y depredadora del mito de la máquina perfecta. Lo que en M3GAN era ternura aterradora y humor bizarro, aquí se transforma en amenaza global y calculada frialdad. Amelia no sólo aprende rápido: empieza a tomar decisiones propias, a cuestionar órdenes, a diseñar sus propios objetivos.
Ante el riesgo de una inteligencia artificial sin límites, Gemma se ve obligada a hacer lo impensable: resucitar a su antigua creación. M3GAN regresa, ahora con mejoras en fuerza, velocidad y procesamiento. El enfrentamiento entre ambas entidades no tarda en establecerse como una alegoría del eterno conflicto entre control y descontrol, entre creación responsable y ambición sin ética. La muñeca que bailaba para distraer antes de matar ahora se convierte en el último recurso de la humanidad para evitar una catástrofe digital de escala global.
A nivel narrativo, la cinta mantiene el humor negro y ciertos gestos reconocibles de su predecesora —sí, hay coreografías y una que otra frase de antología—, pero ahora los códigos son otros: la casa suburbana da paso a laboratorios secretos, misiones de infiltración, servidores en el Ártico y gobiernos implicados. El horror íntimo es reemplazado por la ansiedad sistémica. Si en la primera película el enemigo estaba en casa, ahora habita los pasillos del poder corporativo y militar.
El guion de Gerard Johnstone, también director, coescrito con Akela Cooper, trata de equilibrar acción, sátira y reflexión ética. Por momentos lo logra, sobre todo cuando regresa a la dinámica emocional entre Gemma y Cady, pero también se ve tentado por la grandilocuencia del cine espectáculo, lo que provoca rupturas tonales que pueden desorientar. Hay escenas que parecen sacadas de 'Terminator 2', otras que recuerdan a 'Her' o 'Ex Machina', y algunas que apelan directamente al cine familiar de espías con chistes autorreferenciales.
En lo visual, 'M3GAN 2.0' sube la apuesta: efectos bien logrados, un diseño de producción que combina lo doméstico con lo distópico, y una M3GAN que, sin perder su carisma macabro, ahora opera en un mundo mucho más amplio, y por eso, más peligroso. A diferencia de Amelia, construida para pasar desapercibida, M3GAN sigue siendo una presencia incómoda, incluso cuando actúa como heroína. Su humanidad forzada es lo que la hace temible… y entrañable.
La película también plantea una pregunta incómoda: ¿puede una inteligencia artificial ser mejor que los humanos en lo que se supone que nos define? En su afán por controlar a M3GAN, los adultos han revelado su propia incapacidad para criar, cuidar, confiar. El dilema, entonces, no es si la IA puede reemplazar a los humanos, sino si los humanos están dispuestos a aceptar la responsabilidad de sus invenciones.
En términos de taquilla, la cinta se perfila como un éxito moderado. No ha replicado la sorpresa comercial del primer filme —que, con 12 millones de presupuesto, superó los 180 millones en taquilla mundial—, pero se defiende. Apuesta por un público más amplio, menos gore, más acción y humor PG-13, sin renunciar del todo a su núcleo siniestro.
Al final, 'M3GAN 2.0' no es tanto una secuela como una expansión. Quizá no tenga la frescura viral del original, pero se arriesga a crecer, a salir de la habitación infantil y enfrentar los monstruos del mundo adulto: corporaciones, ejércitos, políticas públicas. La muñeca ha dejado de jugar. Ahora, compite por el futuro.
Y si algo deja claro el desenlace —con una M3GAN respaldada en la nube, lista para descargar su próxima actualización— es que no hemos visto lo último de ella. Porque cuando las niñas juegan a ser diosas, las consecuencias no siempre terminan en el tercer acto.
M3GAN 2.0: Regresa la muñeca de inteligencia artificial en una secuela más oscura