Hay historias que nacen con fecha de caducidad. Proyectos que se conciben como un golpe de taquilla y se olvidan antes de que los créditos finales terminen de rodar. Y luego están las rarezas: esas franquicias que se gestan como un experimento medido, casi tímido, y que terminan convirtiéndose en pilares culturales. 'Misión: Imposible' es una de ellas. Lo que comenzó como una apuesta arriesgada por parte de un actor que no necesitaba arriesgar nada, terminó siendo una de las sagas más emblemáticas —y resilientes— del cine de acción contemporáneo.
Corría el año 1996. Hollywood aún digería el final de la era del héroe musculoso de los ochenta y tanteaba nuevas formas de espectáculo. Tom Cruise, que ya había demostrado su talento en dramas como Nacido el 4 de julio y 'Jerry Maguire', decidió hacer algo que pocos actores de su calibre se atrevían a hacer: convertirse en productor. Fundó Cruise/Wagner Productions y apostó su prestigio en revivir una serie de televisión sesentera que, si bien tenía una base de fans sólida, estaba lejos de ser considerada material taquillero. La serie en cuestión: 'Mission: Impossible'.
Lo curioso es que Cruise no solo quería hacer una película de acción. Quería hacer una película de autor disfrazada de blockbuster. Para ello convocó a Brian De Palma, un cineasta con reputación de esteta visual, obsesionado con el suspenso y los encuadres imposibles. Así nació la primera entrega, un thriller más cerebral que explosivo, lleno de giros narrativos y una secuencia de robo silencioso en Langley que se convirtió en una de las escenas más imitadas del cine moderno. No fue casualidad: era una carta de presentación. 'Misión: Imposible' no iba a ser solo otra cinta de espías; iba a ser una franquicia que evolucionara con cada entrega, a imagen y semejanza de su protagonista.
Y esa es la otra clave: la franquicia no fue diseñada para repetir la misma fórmula, sino para reinterpretarse a través de diferentes directores. Así, John Woo trajo el exceso estilizado y las palomas blancas en M\:I-2 (2000), mientras que J.J. Abrams inyectó ritmo y corazón con M\:I-III (2006), marcando un giro emocional más íntimo. Brad Bird elevó la vara con 'Protocolo Fantasma' (2011), y desde Nación Secreta (2015) hasta Sentencia Mortal (2023), Christopher McQuarrie tomó las riendas para construir un universo cohesivo, casi mitológico, en torno a Ethan Hunt.
A diferencia de otras sagas que dependen de la renovación constante de protagonistas, 'Misión: Imposible' se ha sostenido sobre la figura inmutable de Cruise. Pero más allá del rostro, ha sido su ética de trabajo y su obsesión por lo real —sí, él *realmente* cuelga de aviones y salta de edificios— lo que ha inyectado veracidad a una serie que, por lógica, debería ser irreal.
Y pensar que todo comenzó con una idea tan sencilla como actualizar una vieja serie de televisión, darle un rostro nuevo y envolverla en una producción de alto calibre. A veces, las misiones más improbables son las que terminan redefiniendo el paisaje del cine.
Porque si algo nos enseñó esa primera cinta dirigida por De Palma, es que las cosas imposibles no siempre lo son. A veces, solo necesitan una máscara, una cuerda desde el techo y a alguien dispuesto a correr como si el mundo dependiera de ello.
Misión Imposible ¿Cómo surgió la exitosa saga?