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No, gracias ya no fumo: El cine como consuelo generacional



Hay películas que parecen menos escritas que escuchadas. Como si alguien, en lugar de construir un guión, se hubiera sentado a prestar atención al murmullo de una generación, a sus contradicciones, a sus ansias de pertenecer mientras rechazan pertenecer a nada. 'No, gracias. Ya no fumo', dirigida con discreta puntería por una cineasta que prefiere observar antes que intervenir, es una de esas películas. Un retrato a quemarropa, en clave tragicómica, de la juventud que flota entre apps de empleo, ansiedad económica, y la soledad compartida de los veintitantos.


Nuria: la que no sabe qué hacer y tampoco tiene por qué saberlo


La protagonista, Nuria (interpretada con fulgurante honestidad por Esmeralda Soto), acaba de ser despedida. Tiene menos de veinticuatro horas para conseguir el dinero de la renta, o tendrá que volver con su madre. Pero ese es apenas el inicio: la verdadera cuenta regresiva es existencial. ¿Qué se espera de una joven a sus veintipocos? ¿Vivir sola, tener pareja, estabilidad emocional, solvencia fiscal, y una agenda estética depurada?


“Creo que esta película es la antítesis de los personajes que siempre saben qué hacer”, me dijo Esmeralda Soto, como quien se libera al confesarlo. “Nuria es como yo: piensa que la vida se va a acabar a los 20 años. Siente que ya tendría que tener todo resuelto, vivir sola, tener una pareja estable, saber quién es… pero no, y eso es lo hermoso. Esta película es un gran abrazo a dar pasos hacia atrás.”


Y no es un abrazo complaciente, sino uno honesto, que permite que el espectador se reconcilie con sus propios errores. La cámara nunca juzga. Nuria tampoco. Solo sobrevive, se tambalea, se calla y a veces explota. En cada gesto suyo hay una generación atrapada entre el deber de ser exitoso y el deseo de simplemente 'estar'.




La comedia que también es duelo


“No es que todo tenga que ser gracioso todo el tiempo”, reflexiona Soto. “Yo he sido comediante mucho tiempo, pero siempre quise que me dieran chance de explorar mis tonos azules, esa tristeza que también me habita. Esta película fue eso para mí: un reto emocional que me obligó a mirar hacia dentro.”


Y se nota. Soto actúa sin actuar. Habita. Su Nuria tiene una corporalidad reconocible, una voz que duda incluso cuando afirma. “Yo me juzgo mucho por no tomar buenas decisiones. A veces me digo: ‘¡Era tan obvio! ¿Por qué no lo hiciste?’ Pero esta película me recordó lo bonito que es también sentarse, no hacer nada, quitarse las expectativas. Abrazar el caos. Saber que también hay belleza en el tropiezo.




Sobre espejos y la humanidad de los otros


Nuria no está sola. Se rodea de amigos, exnovios, familiares entrometidos, mirreyes carismáticamente patéticos y una madre que también está extraviada en su adultez. “Las mamás siguen siendo personas”, dice Soto con una ternura que se escapa del guión. “También ellas están perdidas. También están fingiendo que lo tienen resuelto. Es algo que me dejó clarísimo esta película: 'nadie sabe qué está haciendo'.



Quizá esa es la tesis más poderosa del filme: que todos actuamos un papel que no entendemos del todo. “Nos comparamos mucho”, añade Soto. “Yo lo hago. Veo a gente de mi edad que ya hizo cinco películas, que ya se casó, que compró una casa… y yo tengo tres gatos. Pero esta película me enseñó que cada quien tiene su propio camino, que no hay mejor trayecto que el que nos tocó.”


Y como buen espejo, la película también refleja lo que uno no quiere ver. “A veces ves a alguien en la pantalla y piensas: ‘¡Qué insoportable!’ Y luego te das cuenta que te pareces más de lo que te gustaría. Esta película es de espejos. De reconocer que el otro también somos nosotros.”


El arte de no saber y seguir caminando


Tal vez lo más hermoso que dice Soto no tiene forma de diálogo, sino de filosofía de vida:


> “La mejor etapa que estás viviendo es ahora. Lo hablo mucho con mi psicóloga. Pensamos: ‘cuando tenga 30 kg menos, cuando tenga 30 años, cuando tenga estabilidad’. Pero puedes salir a la calle hoy y te atropellan. No hay nada seguro. Entonces, ¿para qué vivir esperando? Esta película me recordó que no hay meta. La meta no es la meta.”



'No, gracias. Ya no fumo' no está interesada en ofrecer finales felices. Ni en cerrar ciclos con moralejas. Lo que propone es una pausa. Una posibilidad de respirar sin culpa. De ver el fracaso no como derrota, sino como estado vital legítimo.


> “Aunque soy la protagonista, sentí que Nuria era solo un bote que nos lleva a contar otras historias. Esta película me enseñó lo valioso del otro. Que esto no se trata de ser ‘la prota’, sino de saber que todos somos parte. Que el protagonista también es Guadalajara, es cada personaje que aparece, y que al final el cine no es sobre uno, es sobre todos.”


Además de la entrañable interpretación de Esmeralda Soto también participan Ximena Ayala ,Juan Daniel García Treviño,Daniela Salinas,Estefania Inti, Alexia Alexander. 


'No, gracias. Ya no fumo' es, como su título, un gesto que parece mínimo, pero encierra un universo. Una negación que en realidad es un “sí” a una nueva forma de habitarse. Una comedia triste, o una tristeza cómica, donde lo importante no es lo que se logra, sino lo que se comparte.


Una película que no da respuestas. Pero como dice Soto: “No sé qué viene en el futuro… y no me interesa saberlo.”


Y ahí está la libertad.

No, gracias ya no fumo: El cine como consuelo generacional
Daniel Mumont 23 de julio de 2025
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