Durante la pandemia, una noche de copas y conversación con los suegros se convirtió en el punto de partida de una historia sobre los choques generacionales, los nuevos paradigmas sociales y la dificultad de saber quiénes somos en medio de tantos cambios.
De esa anécdota nació No sé cómo ser, película escrita por Tato Alexander, dirigida y producida junto con Salvador Espinoza, una dupla creativa que convierte lo cotidiano en materia cinematográfica.
“Fue una vivencia real, aunque ahora se sienta como un sueño pandémico”, recuerda Alexander. Aquella conversación, cargada de humor y reflexión, sembró la semilla para una obra que comenzó como una pieza teatral y terminó transformándose en un guion cinematográfico. “Era muy conversacional, muy íntimo, y cuando Chava lo leyó me dijo que debía ser una película”, añade la actriz y guionista.
De la intimidad al gran formato
Para Espinoza, el proyecto tenía todos los elementos que buscaban: una voz auténtica, realizable y profundamente personal. “Era algo muy íntimo, con una voz muy chida. Tenía que hacerse”, explica.
La película, completamente independiente, se concretó gracias a un esfuerzo colectivo, con apoyos en especie, asociaciones estratégicas y una producción inteligente que apostó por la creatividad antes que por el presupuesto.

En la parte creativa, Alexander destaca la colaboración con el equipo técnico y artístico. “Lo más chido fue ver cómo todos entendían lo que yo quería contar. Desde el fotógrafo hasta el vestuario, todos estábamos en el mismo canal”.
Una comedia sobre el desconcierto de hoy
No sé cómo ser cuenta la historia de Majo y Cris, una pareja millennial que viaja a casa de los padres de él para celebrar el cumpleaños de ella. Majo espera una propuesta de matrimonio, pero descubre que Cris no cree en el matrimonio. Entre las tensiones, las copas de vino y las conversaciones incómodas, la velada se convierte en una improvisada “fiesta de compromiso” donde boomers y millennials chocan por sus valores, sus ideas sobre el amor y sus frustraciones.
“Para mí es una comedia de choque generacional”, explica Espinoza. “Trata sobre cómo ya no sabemos bien cómo ser. Y eso me parece muy actual: nadie tiene las respuestas, todos tratamos de entendernos”.

Tato Alexander confiesa que una de sus grandes influencias fue la serie The White Lotus, especialmente por su equilibrio entre humor, crítica social y compasión. “Me encanta que no juzga a nadie. Habla de temas actuales sin decirte qué está bien o mal, y eso quise replicar”, dice.
La intención, tanto de ella como de Espinoza, fue crear personajes imperfectos, contradictorios, pero profundamente humanos. “No queríamos dar lecciones ni poner etiquetas. Solo mostrar lo real”, agrega él.
El retrato de una generación en crisis
No sé cómo ser funciona como un espejo para quienes navegan entre ideales progresistas, presiones sociales y la incertidumbre de la adultez. Es una comedia, sí, pero también un retrato honesto del desconcierto contemporáneo.
“Es como un abrazo a quienes se sienten perdidos. A todos los que no sabemos bien cómo comportarnos en un mundo que cambia todo el tiempo”, reflexiona Alexander.

Con su estreno en un festival que ambos describen como un sueño hecho realidad, No sé cómo ser promete conectar con el público no solo por su humor, sino por su autenticidad y su mirada empática hacia la confusión moderna.

“No sé cómo ser”: El retrato de una generación en crisis