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"Otro Viernes de Locos": El rayo cae dos veces… y funciona


Por. Daniel Mumont 


Entre la pereza creativa y el oportunismo nostálgico suele perderse la chispa que hizo grande a muchas historias. 'Otro Viernes de Locos' parecía destinada a engrosar esa lista… hasta que decide, contra todo pronóstico, ir más allá de la repetición y encontrar un nuevo pulso en sus viejos personajes, repetir la premisa, insertar un par de chistes sobre celulares y TikTok, y confiar en que el recuerdo de 2003 hiciera el resto. La sorpresa es que la película, dirigida por Nisha Ganatra, elige un camino más arriesgado: expandir su universo sin renunciar a lo que hacía entrañable a la original.



Si la primera cinta jugaba con el desconcierto y la comicidad del intercambio de cuerpos, esta secuela propone un espejo más amplio y melancólico: el de la madurez, con sus contradicciones, responsabilidades y esa sensación de que uno nunca termina de aprender a lidiar con la vida… ni con los demás.


Del caos hormonal al caos doméstico


Jamie Lee Curtis (Tess) y Lindsay Lohan (Anna) vuelven con una química que parece intacta, aunque sus personajes ya no son las mismas mujeres que se electrocutaban de incomprensión hace dos décadas. Tess reparte su tiempo entre su trabajo como terapeuta y su papel de abuela, lidiando con los nuevos códigos de una familia que se expande y cambia de forma. Anna, en cambio, enfrenta un triple salto mortal: manejar a una estrella pop caprichosa, criar a una hija adolescente y, para complicarlo todo, iniciar una nueva relación con un chef encantador (Manny Jacinto) cuya hija parece salida del manual de “cómo sabotear a la pareja de papá”.


Ganatra, consciente de que la madurez también tiene sus absurdos, retrata el “adultescente” contemporáneo: ese adulto que, entre responsabilidades, sigue cometiendo errores de principiante, buscando en el otro la confirmación de que todo saldrá bien… aunque sospeche que no.



Harper y Lily: guerras en territorio adolescente


La secuela no sería lo que es sin Julia Butters (Harper) y Sophia Hammons (Lily), adolescentes con estilos y personalidades opuestas, pero igualmente armadas para la batalla diaria. Harper, fan del surf, carga con la típica relación amor–odio con su madre, llena de malentendidos y diálogos que oscilan entre el sarcasmo y la ternura involuntaria. Lily, recién llegada de Inglaterra, vive soñando con regresar a Londres a estudiar moda y no oculta su desprecio por la idea de tener una “nueva familia”.


Las fricciones entre ambas funcionan como catalizador cómico y dramático: en un mismo plano pueden pasar de una guerra fría silenciosa a un estallido verbal. Ganatra aprovecha estas tensiones para equilibrar los tonos y recordarnos que, aunque los conflictos adolescentes parezcan triviales desde afuera, para quienes los viven son epopeyas íntimas.


Comedia con pausa y música con propósito


Una de las virtudes más notorias de 'Otro Viernes de Locos' es que sabe cuándo acelerar hacia el gag físico y cuándo detenerse para dejar espacio a la incomodidad emocional. No todo es carcajada: hay silencios incómodos, miradas esquivas y conversaciones que no resuelven nada pero revelan mucho. La música —otra herencia bien utilizada— no está para rellenar, sino para acentuar esos cambios de registro: sirve de puente entre un enfrentamiento familiar y un momento de complicidad, o para suavizar la transición entre drama y comedia.


En este sentido, la película mantiene un equilibrio inusual para el cine familiar contemporáneo, evitando el exceso de azúcar y el ruido constante que suelen ahogar cualquier atisbo de honestidad emocional.



Una secuela que entiende su propio peso


Lo más interesante es que 'Otro Viernes de Locos' parece plenamente consciente de su condición de secuela tardía. Juega con la memoria del espectador —esa chispa que se encendió en 2003—, pero no se deja encadenar por ella. Hay guiños, sí, pero también una voluntad de hablarle a una audiencia que, como sus protagonistas, ya creció, tuvo hijos, o al menos aprendió que no siempre se puede “arreglar” todo.


Al final, la moraleja es sencilla pero resonante: hay cosas que podemos cambiar, otras que debemos aceptar y algunas que simplemente hay que dejar que sucedan. El rayo, contra todo pronóstico, cae dos veces en el mismo lugar… y esta vez ilumina más rincones.




"Otro Viernes de Locos": El rayo cae dos veces… y funciona
Daniel Mumont 11 de agosto de 2025
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