En la 23ª edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM 2025) se presenta Si yo fuese fuego, el nuevo cortometraje de Bruno Aroesty Garnica, una pieza que se interna en los límites entre lo natural y lo artificial, entre lo bucólico y lo pesadillesco. A través de una propuesta visual y sonora profundamente experimental, el director construye un universo donde el paisaje se convierte en protagonista y el fuego —metáfora y materia— consume las fronteras entre realidad y evocación.
Un proceso que nació del sonido
Desde su concepción, Si yo fuese fuego fue pensado como un diálogo entre imagen y sonido. Aroesty comenzó a escribir el guion hace varios años, pero antes incluso de filmar, el universo sonoro del corto ya había comenzado a tomar forma.
“Mientras el guion cambiaba, yo ya estaba componiendo la música y diseñando los sonidos. Sabía cómo debía sonar el corto mucho antes de saber cómo iba a verse”, explica el realizador.
Esa construcción previa permitió que la imagen respondiera al ritmo y textura de lo sonoro, en un proceso similar —según él— al de un videoclip experimental. El montaje final surge de la acumulación de material visual que se ensambló a partir de esa base auditiva, generando una experiencia sensorial donde los límites entre cine, música y performance se difuminan.
La naturaleza como espejo y pesadilla
Filmado en distintos paisajes de Michoacán y Guerrero, el corto tiene como escenarios principales los alrededores del sitio arqueológico de Ihuatzio, una casa en ruinas en San Andrés Irońdaro y una secuencia inicial grabada en el lago de Zihuatanejo.
“La comunidad en Ihuatzio fue muy amable y nos permitió filmar en sus parcelas y senderos de piedra. Pero más allá de la locación, lo que me interesaba era el paisaje como fuente de ideas”, comenta Aroesty.
En Si yo fuese fuego, el entorno se transforma con la trama: lo que comienza como un paisaje idílico se va distorsionando hasta volverse una pesadilla. Las dobles exposiciones —realizadas directamente en cámara sobre película de 16 mm— y los cambios de blanco y negro a texturas más densas subrayan ese tránsito emocional.
“El paisaje empieza siendo bucólico y termina siendo un infierno. Es un entorno que respira, que vive, aunque a veces su vida parezca más electrónica que orgánica”, dice el director, quien trabajó extensamente en la manipulación sonora para crear un ambiente que vibra entre lo natural y lo sintético.
Un corto radical en forma y método
Si yo fuese fuego es resultado de un proceso de creación que el propio Aroesty califica como “radical”. La experimentación no solo se limita a lo estético, sino también a la forma de producción. El director mezcló procedimientos tradicionales de filmación análoga —como el rebobinado manual de película para lograr dobles exposiciones— con herramientas digitales de composición y síntesis sonora.
“Mucho del corto se hizo con recursos caseros, pero con una búsqueda muy precisa. Quería crear algo que se sintiera vivo, que el espectador pudiera habitar más que entender”, afirma.
En el corazón de Si yo fuese fuego habita una tensión: la fascinación por la belleza natural y su inevitable mutación en algo perturbador. “Quería que las evocaciones pasaran de lo romántico a lo aterrador. Que el espectador sintiera que el mismo paisaje podía ser refugio o amenaza”, comenta Aroesty.
El corto encuentra en ese contraste su fuerza: una sinfonía visual donde la tierra, el agua y el fuego dialogan con el ruido electrónico, y donde la naturaleza se vuelve espejo del inconsciente humano.
Una invitación a arder con la imagen
Aroesty no oculta su entusiasmo por presentar Si yo fuese fuego en el FICM. “Conozco el trabajo de varios de los realizadores michoacanos que comparten el programa, y me parece que hay propuestas muy potentes. Nuestro corto fue hecho con un proceso poco convencional, y el resultado también lo es. Creo que vale la pena darle una oportunidad”, comenta.
Con esta obra, Bruno Aroesty Garnica reafirma su interés por un cine que no teme explorar el límite entre lo sensorial y lo conceptual. Si yo fuese fuego no busca contar una historia: busca encender una experiencia.
En un mundo donde el fuego es memoria, sonido y materia, el cine de Aroesty arde por dentro.
“Si yo fuese fuego”: el paisaje en combustión de Bruno Aroesty Garnica