Por Daniel Mumont
La ópera prima del realizador belga Anthony Schatteman, 'Young Hearts' (2024), presentada en la Berlinale en su sección Generation 14plus, es una de esas películas que, en apariencia, no sucede gran cosa. Y sin embargo, sucede todo.
Ambientada en un pueblo flamenco, durante uno de esos veranos infinitos que solo pueden experimentarse en la adolescencia, la cinta nos presenta a Elias (Lou Goossens), un adolescente introspectivo, discreto, acaso demasiado acostumbrado a transitar por los márgenes de su grupo de amigos. La llegada de Alexander (Marius De Saeger), nuevo vecino venido desde Bruselas, trastoca su rutina de inmediato. Lo que empieza como una camaradería tímida se convierte pronto en algo más: una atracción mutua, contenida y temblorosa, que Schatteman filma con pudorosa ternura.
Lo primero que salta a la vista —o, más bien, que se insinúa es la economía narrativa con la que Schatteman construye su relato. No hay grandes confrontaciones, ni gritos, ni discursos lacrimógenos. Aquí, la emoción se manifiesta en un roce de hombros, una mirada sostenida, una sonrisa mal contenida mientras se comparten papas fritas o se dan paseos en bicicleta bajo la luz de un sol anaranjado.
La cámara, siempre atenta pero nunca invasiva, parece entender perfectamente el tipo de historia que tiene entre manos: una historia de despertar, sí, pero también de descubrimiento en el sentido más íntimo del término. Más que sobre el descubrimiento del amor homosexual, tema ya transitado con desigual fortuna en otros filmes, 'Young Hearts' trata sobre la súbita conciencia de que uno es, o puede ser, otra cosa distinta de lo que creía ser. Y hacerlo sin escándalo.
El coming-of-age como estado contemplativo
El filme, como otros exponentes recientes del cine coming-of-age europeo —pienso en 'Close' (2022) de Lukas Dhont o incluso en ciertos pasajes de 'Tomboy' (2011) de Céline Sciamma— apuesta por la contención. Esa escuela de realismo emocional que tanto valoramos algunos y que tan fácilmente puede malinterpretarse como inercia narrativa.
Pero aquí no hay inercia: hay sutileza. Hay escucha. Hay sensibilidad para filmar a los adolescentes sin subestimarlos ni idealizarlos. La relación entre Elias y Alexander está filmada con una madurez sorprendente, tanto por parte del director como por los jóvenes actores, en especial Lou Goossens, cuya mirada contiene más capas de emoción que muchos guiones enteros.
Una camino luminoso
En un contexto cinematográfico que sigue privilegiando el trauma como eje del cine LGBTQ+ juvenil —bullying, rechazo familiar, violencia estructural— 'Young Hearts' opta por el camino menos transitado: el de la experiencia luminosa. No porque la historia sea idílica, sino porque la mirada que la filma no se regodea en el sufrimiento.
'Young Hearts' captura la textura emocional de un primer amor inesperado, logra algo infinitamente más raro: conmover sin manipular, representar sin pontificar, observar sin juzgar, tan delicado como el primer amor.
Young Hearts: la delicadeza del primer amor